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EL VENENO DE LA SERPIENTEANÁLISIS Y
REFUTACIÓN DE LAS 67 TESIS DE ULRICO ZWINGLIO
TERCERA PARTE
LA SEGUNDA MUERTE: INFIERNO Y PURGATORIO
57. La verdadera Sagrada Escritura nada sabe de un Purgatorio después
de la muerte.
58. El
juzgar sobre los muertos le corresponde exclusivamente a Dios.59. Cuanto
menos Dios nos ha dado a conocer de estas cosas tanto más hemos de guardarnos
de intentar saber algo acerca de ellas”…
La Tragedia que la Caída del primero de los hijos de
Dios nacidos en la Tierra exportó a todos los hombres, con
su Transgresión abriéndole a la Muerte la puerta del Futuro de las
naciones, en las mitologías de nuestros antiguos recogido este acontecimiento
como Caja de Pandora, fue una tragedia de enormidad tan absoluta que el Cosmos
entero se vio arrastrado al filo del Abismo de su Destrucción. La
elevación del Homo Sapiens a la Filiación Divina se hizo desde un estado
natural de alta dimensión sobre cuyo terreno el Hombre plantó sus pies como
señor entre y sobre todas las bestias y todas las especies vivas. Su corazón y
su mente tocaban las estrellas cuando los hijos de Dios “no de esta
creación” (en términos modernos científicos: seres
inteligentes de otros mundo), bajaron del Cielo, se acercaron a los
Hombres y sembraron en sus alma la Semilla de la Inmortalidad. Nada había que
hacer para recibir la Inmortalidad de la que ellos mismos ya
disfrutaban, era un Regalo de Dios a sus hijos, del Creador de los Cielos a los
hijos de la Tierra. Estas palabras: Infierno, Purgatorio, no entraban en el
Vocabulario de aquellos hijos de Dios, ni en el Diccionario de los hijos de los
hombres.
Con la Coronación del Primer Hombre que llamó Padre a
Dios y quien de Dios recibió su Nombre Nuevo: Adán, la Muerte quedó atrás. La
Inmortalidad era un Hecho. No había marcha atrás. La pérdida de la Inmortalidad
sólo podía venir como efecto de una Rebelión contra la Ley del Reino de Dios.
Obviamente en el corazón y la mente de la Generación de Adán, hijo de Dios,
rey, semejante Transgresión no le entraba en la cabeza, su Mundo era una
Creación Maravillosa y el Futuro de su Reino era Divino.
Pero no sólo en el Vocabulario y el Diccionario de
los hijos de Dios, incluyendo a nuestro Adán, las palabras Purgatorio e
Infierno no cabían: en el Ser de uno de entre todos ellos, cuyo Nombre era
Jesús, y cuya Cabeza vestía la Corona del Rey de reyes y Señor de señores de
todos los hijos de Dios, cada uno rey de su Mundo, semejantes
Palabras no existían siquiera en gestación.
¿El Infierno, qué era eso? Y sin embargo en la
Sentencia que Su Padre Amado firmó contra Satán, la cabeza de la Serpiente, se
dicta el Destierro por la Eternidad de la Creación de Dios. ¿Adónde iría este
Condenado? ¿A qué lugar de las Tinieblas Exteriores que rodean al Cosmos sería
desterrada la Serpiente Satánica por siempre jamás? ¿Por qué esa Sentencia tan
dura? ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué había sucedido? ¿Por qué no tenía Perdón
haber tentado a Adán? ¿Qué evento se había producido para ser comprendido en el
término de Imperdonable por la Eternidad ante los ojos de Dios, que
es Amor? ¿Qué había hecho Satán para merecer del Padre Amado
semejante Condena de Destierro por la Eternidad de los términos del Cosmos?
En La
Historia Divina de Jesucristo, Libro Segundo, narré la Historia de las Guerras de los hijos de Dios
durante los Días de la Creación y cómo queriendo Dios Padre darle un Fin a
aquella Situación revolucionó el Acto Creador mirando a la
Participación de todos sus hijos en el Espíritu del Creador. No fue en vano que
los condujo a todos al otro lado de las Fronteras del Campo de las Galaxias y
les descubrió el Abismo cubierto por las Tinieblas producto de su destrucción
del Cosmos Increado por ÉL mismo. Estas Tinieblas cubren el Infinito en las
tres dimensiones naturales. En su Centro el Cosmos Creado por Dios se expande
como un océano animado de existencia propia duplicando sus
dimensiones por la Eternidad. En el Exterior a estas Costas la
materia está muerta, un cosmos reducido a escombros extiende su cementerio hasta
el infinito. ¿Cómo sería ser arrojado a ese Abismo cubierto por las Tinieblas,
cayendo eternamente hasta poner los pies en el Infinito?
El Terror se apoderó de los hijos de Dios. La palabra
Infierno entró en el Diccionario de aquéllos por cuya causa se vio obligado
Dios Padre a enfrentarles a una Condena de Destierro de esa Naturaleza.
En la del Primogénito de todos el Hijo de su Padre, esta palabra no
halló casa; Su Corazón y su Mente estaba en la Creación de la Tierra, y
diciendo “HAYA LUZ”, la luz se hizo, acontecimiento que he narrado en el Libro Tercero de la Historia Divina de
Jesucristo.
Una vez separada la Tierra de las Tinieblas y creada
la Bóveda de las Constelaciones, Dios cerró la Historia de las Guerras de sus
hijos levantando la Ley de la Prohibición, bajo Pena de Muerte, es decir, de
Destierro Eterno de su Creación, contra quien se levantase contra su Imperio y
se atreviese a comer de la Fruta del Árbol de la Ciencia del bien y del mal,
esto es, hacer de la Guerra un modus
vivendi.
Pasó lo que pasó. Y todos sabemos lo que pasó.
Creyendo aquellos hijos rebeldes (sobre quienes
le dijo Dios a Moisés que se acostaron con las hijas de los hombres y de ellas
parieron a los héroes de muy antiguo, produciendo del cruce de razas de
distintas creaciones los consiguientes males correspondientes); en la creencia
de que el Amor de Padre en Dios sería más fuerte en el Creador que el Juez en
Dios, se alzaron contra la Ley del Imperio , y usaron al primer Hombre como
hacha declaratoria de guerra. Cuando el Hombre comprende esto, su manipulación,
en su desesperación implora Venganza a Dios, y Dios, como Padre y como Juez, no
sólo la concede sino que jura Sentencia de Destierro Eterno contra “aquella
generación de hijos rebeldes”.
El Antiguo Testamente registra los
Acontecimientos de la Guerra entre Dios y sus hijos rebeldes por evitar que
llegase a reunirse ese Tribunal en el que la Sentencia sería Firmada
Oficialmente. La salvación del Homicida y Fratricida Satanás estaba
en vencer al hijo de Eva por cuya mano Dios satisfacería la Venganza clamada por Adán.
Ya sabemos lo que pasó. La Venganza se consumó. El
Tribunal del Cielo, bajo la Presidencia del Juez, Dios Padre, se reunió, como
vemos en el Apocalipsis, y la Sentencia fue firmada. El Mundo Antiguo fue
juzgado. La Palabras que a través de sus profetas fue escribiendo
Dios se realizó. El Primer Juicio y la Primera Muerte alcanzaron a las naciones del mundo antiguo.
Pero la Sentencia Final de ese Mundo fue dejada en
las Manos del Hijo de Dios, Jesucristo.
Luego, cerrando la cuestión del Purgatorio, las
Naciones del Mundo Antiguo juzgadas por aquel Tribunal presidido por Dios
Padre, duermen en su temblor a la espera de la Celebración del
Juicio Final, en el que la Segunda Muerte les alcanzará o….
Tremenda Responsabilidad la que Dios depositó en su
Hijo Amado: Condenar a Destierro Eterno a un Mundo cuyo Pecado fue por Herencia
y arrojado a los pies de los caballos de la Muerte vio su alma transformada en
campo maldito en cuyo suelo la Cizaña Maligna del Odio encontró suelo
bendito y parió el árbol de la Guerra.
Sin embargo Su Padre no podía ni quería dejarle de
dar a conocer a su Hijo Amado la verdadera Dimensión Monstruosa de la Prisión
en la que serían encerrados en el Infinito por la Eternidad los hijos de la Tierra
que fuesen condenados a la Segunda Muerte. Este Juicio Final sería Suyo.
El Juicio celebrado contra los hijos “no de esta
creación” ya estaba sellado. Y aunque liberado el
Maligno durante un tiempo en la Tierra, la Sentencia de
Destierro Eterno era Irrevocable y se cumpliría a su tiempo.
Esto dicho, ¿puede un Juez ser Perfecto si no conoce
la naturaleza de la Condena que dicta?
He aquí por tanto que quiso Dios conducir de la Mano
a su Hijo Amado para que conociese la Naturaleza de ese Infierno, natural al
Destierro de la Creación por la Eternidad. Y he aquí por lo que el Espíritu
Santo que vino del Hijo, en Nombre de Dios, bajó como Lengua de Fuego y les comunicó a sus hermanos, nuestros
Apóstoles, el Conocimiento Vivo que vive en su Espíritu, y viviendo
desde entonces en Ellos los condujo a vivir y morir por la Salvación del Género
Humano.
Al irse Ellos su Sabiduría, hablada en
privado entre los perfectos, permaneció en sus últimos discípulos, y engendró
en la Iglesia el Concepto de Infierno y Purgatorio, sobre los cuales no
teniendo Imagen Perfecta, pero siendo su Raíz de naturaleza Divina, permanece a
través de las generaciones para que todos luchemos por conquistar el
Corazón de este Juez Universal, pues la Vida en la Inmortalidad está en las Manos
de nuestro Salvador, Señor, Rey y Padre, y las almas de nuestro prójimo en las
nuestras, con nuestras obras, de pensamiento, palabra y acción, buscando
conquistarlas para el Amor de Dios.
Cuando dice la Reforma y sus insensatos apóstoles que…
“La verdadera Sagrada
Escritura nada sabe de un Purgatorio después de la muerte. El juzgar
sobre los muertos le corresponde exclusivamente a Dios. Cuanto menos Dios nos ha
dado a conocer de estas cosas tanto más hemos de guardarnos de intentar saber
algo acerca de ellas”…
… no hablaba en ellos el Espíritu que descendió
de Dios, Padre e Hijo, y desde Pentecostés extendió su Mensaje de Salvación
Universal por toda la Tierra.
El Mundo Antiguo, en la dimensión de la Primera
Muerte aguarda el Juicio Final en el que se decidirá su Absolución o
su Segunda Muerte: reunirse con el Maligno en el Infierno. Hasta este Juicio ha
querido Dios que la Plenitud de las Naciones se levante e inclinando su Rodilla
ante el Juez Universal implore Misericordia para un Mundo arrojado al Imperio
de la Muerte por la Maldad de quienes habiendo alcanzado la Vida Eterna
prefirieron vivirla sin Dios a vivirla a la Luz de su Ley.
Que siervos corruptos y malvados usasen sus obispados
y papados para comprar esa salvación con metal, aprovechándose de la
ignorancia de los pueblos, no le quita ni le añade nada al Acontecimiento del
Sueño en que esperan la Segunda Muerte quienes vivieron el Primer
Juicio. No conocieron al Redentor y durmieron en sus faltas. Este
mismo Redentor será quien los levante para dar a conocer su
Sentencia Final.
Quiera Dios que hallemos Gracia a sus ojos y la
Plenitud de las Naciones vengamos a ser Un solo Pueblo, y Unidos en
un solo Reino Divino alcancemos la Victoria más Maravillosa a que podemos
aspirar: Conquistar el Corazón de nuestro Creador para que su Palabra, origen
de la Vida del Ser Humano, en su Misericordia le dé al Género Humano, su
Creación, la Vida Eterna en su Absolución.
CUARTA PARTE.
EL CONFLICTO DE LAS DOS AUTORIDADES : LA CIVIL Y LA ECLESIÁSTICA
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